Constituye la urgencia quirúrgica abdominal más frecuente en niños y adolescentes, representando el diagnóstico a confirmar en todo niño que consulte por dolor abdominal agudo. Aproximadamente 7% de todos los individuos desarrollarán apendicitis aguda en algún momento de sus vidas. El apéndice cecal es una estructura hueca, de forma cilíndrica de unos 6 cm de longitud, la cual se ubica topográficamente en la parte derecha e inferior del abdomen. La obstrucción de su luz por heces impactadas representa la causa que desencadena su inflamación (Figura N° 1). Entre los factores que la predisponen en niños se describen: edad (más frecuente después de los 6 años), estreñimiento, procesos infecciosos por bacterias o por virus y predisposición familiar.
Los pacientes con apendicitis aguda consultan por presentar en forma secuencial; dolor abdominal, náuseas y vómitos, y fiebre, acompañados de inapetencia (anorexia). El síntoma invariablemente presente y más importante es el dolor abdominal; el mismo es de inicio lento y mal localizado que, al paso de algunas horas se localiza en la parte inferior derecha del abdomen. La punta del apéndice puede tomar diferentes posiciones, lo que hace que algunas características del dolor puedan variar, es decir, apéndices inflamados en contacto con el recto, pueden producir; sensación de deseos de defecar aunque el intestino ya esté vacío (tenesmo rectal), la adyacencia con vías urinarias; desencadena molestias para orinar, la cercanía con los nervios y arterias de los testículos; causa dolor en éstos o en región inguinal y el acercamiento al hígado asemeja un cólico biliar. El examen clínico revela el aspecto de “niños enfermos”, quienes tienden a permanecer inmóviles, ya que, el movimiento puede exacerbarles el dolor, al extremo que, pacientes que se retuercen y gritan del dolor hacen dudar de la posibilidad que presenten apendicitis aguda. Durante la deambulación la marcha es lenta, con el tronco flexionado y dificultad para apoyar el pie derecho, al tiempo que colocan las manos sobre el cuadrante inferior derecho del abdomen. El estado general se deteriorará conforme avanza la enfermedad; con las horas aparecerá fiebre, deshidratación y taquicardia. Los signos clínicos más importantes se descubren a través de maniobras específicas en el abdomen, sin embargo, en niños que no colaboran al examen o en pacientes con sobrepeso, se dificulta la exploración.
La historia clínica permite realizar el diagnóstico en el 90% de los pacientes; no obstante, algunos niños no presentan los síntomas clásicos, y en otros por el contrario, se simula apendicitis aguda cuando la causa real es otra enfermedad. Por ello, ésta debe diferenciarse entre otras de; parasitosis intestinal, inflamación de ganglios en el abdomen, infecciones urinarias, neumonías, estreñimiento y enfermedades del ovario. El cirujano debe agotar todos los recursos disponibles para confirmar o descartar la enfermedad; en el primero de los casos para evitar que avance el cuadro infeccioso, y en el segundo, para evitar cirugías innecesarias por diagnósticos erróneos. Ante casos dudosos de difícil diagnóstico, luego de un periodo de observación prudencial y de repetir algunas pruebas sin lograr confirmar el mismo, es recomendable realizar la cirugía, para evitar las complicaciones características de cuadros muy avanzados.
Tradicionalmente, la terapéutica definitiva ha sido la extirpación quirúrgica del apéndice enfermo tan pronto es realizado el diagnóstico. El inicio de la alimentación una vez operado el niño dependerá del estado del apéndice cecal, pero generalmente es precoz, incluso pocas horas después de la intervención. Al principio deben evitarse alimentos que produzcan gases (legumbres, repollo, coliflor, col, alcachofas, espinacas, brócoli, maíz, lechuga, cebolla, plátanos, leche, chocolate, bebidas gaseosas, etc.), e indicar alimentos que favorezcan las deposiciones y eviten el malestar (vegetales bien cocidos y tipo puré, como zanahoria, calabacín, berenjena y calabaza; frutas como pera o durazno sin cáscara; carnes blandas; pescados y pechuga de pavo o de pollo sin piel; quesos blancos bajos en grasa; pan blanco; atol de avena o maicena preparados en agua; caldos de pollo, cremas de calabaza o zanahoria natural; gelatinas y compotas de frutas; purés de papas o batatas), además de, estimular la ingesta de agua. La deambulación precoz favorecerá el restablecimiento de la función intestinal y las defecaciones. El reposo de las actividades escolares y de educación física, generalmente no excede de 10 días para la asistencia a clases, ni 6 semanas para el ejercicio físico.
Las complicaciones se incrementan notablemente cuando los niños no son diagnosticados y operados a tiempo, debido a que no consultan oportunamente o, en niños obesos, en edades de inusual presentación o en pacientes que no colaboran al examen.