Las hernias inguinales afectan entre 1 y 5% de la población infantil y tienen alta incidencia familiar; sobre todo de padres a hijos. Se presentan en una proporción aproximada de 9 varones por cada hembra. En recién nacidos prematuros, gemelos y algunas enfermedades congénitas la incidencia es más alta. Niños con procesos obstructivos de las vías urinarias, válvulas de derivación de la cabeza al abdomen y pacientes sometidos a diálisis peritoneales, son más susceptibles a sufrir hernias en la ingle. La localización en varones es de 60% en el lado derecho, 25% en el izquierdo y 15% en ambos lados; mientras que en las niñas son bilaterales en el 50%. A través de la ingle, se exterioriza principalmente el intestino en el varón y el ovario en la hembra, sin embargo, pueden salir otros órganos, como: epiplón, colon, vejiga y apéndice. En ocasiones, los órganos exteriorizados quedan “atascados” y no pueden ser devueltos a la cavidad abdominal, comprometiéndose la llegada de sangre a estos, lo que se conoce como hernias complicadas.
Síntomas. Las manifestaciones son diferentes en cada sexo, sin embargo, en ambos grupos, los niños se quejan con frecuencia de dolor en el sitio de la hernia. En el varón se caracterizan por una tumoración en la ingle que puede extenderse hasta el escroto (Figura N° 1).
Esta tumoración, se encuentra relacionada con el llanto, juego, deambulación, montaje en bicicletas, defecación o cualquier esfuerzo físico, y generalmente desaparece espontáneamente con el reposo. Cuando la tumefacción no resulte evidente durante el examen clínico, deben emplearse maniobras que aumenten la presión intraabdominal; como pedirles a los niños que inflen un globo o que salten, o colocarlos en posición de pie. De colocar una linterna a trasluz en la prominencia de la bolsa escrotal, no se observará luminiscencia. En la hembra, al igual que en el varón, la tumefacción se relaciona con el aumento de la presión dentro del abdomen; dicha tumoración se observa por encima del labio mayor y por fuera del monte de Venus (Figura N° 2).
En ellas, en el 25% de las pacientes, el cirujano palpará un ovario en la ingle.
Diagnóstico. Tanto en las formas clásicas como en los casos complicados, el diagnóstico es eminentemente clínico; realizado sobre la base del examen del niño por el cirujano y el interrogatorio de los padres, quienes no deben ignorar los signos de dolor o protuberancia inguinal, y deben solicitar ayuda rápidamente para evitar complicaciones. Cuando la protrusión de la hernia sea intermitente o esporádica, de tal forma que el médico no pueda evidenciarlas durante el examen; los padres pueden proporcionar pruebas fotográficas, tomadas mediante dispositivos digitales de mano (cámaras digitales, celulares). Salvo los exámenes necesarios para la evaluación preoperatoria, raras veces son necesarios otros estudios.
Tratamiento. La cirugía representa la terapéutica definitiva; la cual debe practicarse tan pronto se realice el diagnóstico, independientemente de la edad del niño, para evitar el dolor y posibles complicaciones. Es importante destacar que, las complicaciones producidas por las hernias (encarcelamientos y estrangulamientos herniarios, atrofia e infarto testicular y compromiso de los ovarios en niñas), son más graves y frecuentes, que las debidas a la cirugía (ascenso testicular, abscesos inguinales, líquido en los testículos y recurrencia herniaria).