Son malformaciones congénitas de las vías linfáticas, caracterizadas por múltiples cavidades quísticas, de tamaños variables, con contenido líquido claro-amarillento, también conocidas como “linfangiomas”. Son malformaciones infrecuentes; más del 60% están presentes al nacer y hasta el 90% se hacen evidentes antes de los dos años de vida, sin embargo, pueden manifestarse hasta en la adultez. Cerca del 75% se presentan en el cuello, el 20% se desarrollan en la región axilar, y el resto en pelvis, región posterior del abdomen y región inguinal. Cuando se ubican a nivel del cuello, son dos veces más frecuentes del lado izquierdo que del lado derecho. En ocasiones pueden introducirse al tórax.
Son lesiones de tamaño variable, pero generalmente grandes, indoloras, de superficie lisa y marcada deformación del área afectada (Fig. N°1a). La iluminación al colocar una linterna produce luminiscencia del contenido acuoso (Fig. N° 1b). El aumento de la tumoración es proporcional al crecimiento somático del niño, pero pueden crecer bruscamente posterior a trauma, infección o hemorragia. En infecciones, el higroma aumenta de tamaño, se torna caliente, rojo y doloroso y, puede provocar obstrucción en las vías respiratorias. El compromiso del piso de la boca, faringe, esófago, tráquea y laringe puede provocar disturbios respiratorios y deglutorios.
Con el advenimiento del ultrasonido prenatal, se ha hecho evidente que los higromas quísticos pueden diagnosticarse desde el primer trimestre del embarazo. Después del nacimiento, el diagnóstico es realizado sobre la base del examen físico. Los estudios por imágenes son necesarios para planificar el tratamiento en base a; dimensiones, número de quistes y relaciones con órganos vecinos.
El tratamiento debe planificarse tan pronto sea realizado el diagnóstico. Existen dos formas principales de terapéutica: la resección quirúrgica y la inyección de sustancias esclerosantes dentro del quiste para favorecer su reabsorción.