En niños pequeños quienes aún no verbalizan sus síntomas, es más difícil interpretar manifestaciones dolorosas. Aunque la presencia de dolor produce alteraciones fisiológicas que permiten sospecharlo en forma objetiva; en forma subjetiva, es difícil asegurar que las reacciones que presentan los niños posterior a la cirugía, representan expresiones de dolor, sobre todo en el periodo posoperatorio inmediato, en el cual el paciente puede tener efectos propios de la reversión de drogas anestésicas, interpretados generalmente por los padres como debidos al dolor.
Bajo ninguna circunstancia debería permitirse que los niños presenten dolor posterior a la cirugía, por ello, este debe comenzar a tratarse antes de la incisión en piel. Con mucha frecuencia son infiltrados anestésicos en la herida para bloquear los nervios que lo producen; cuyo efecto se extiende durante varias horas posterior a la cirugía, de tal forma que, cuando su efecto pase, los analgésicos administrados por boca ya hayan comenzado a hacer su efecto. En grandes intervenciones, generalmente los pacientes permanecerán hospitalizados durante varios días posteriores a la cirugía, en cuyo caso, deben administrarse analgésicos por la vena o, a través de catéteres de infiltración anestésica, hasta que la intensidad del dolor pueda controlarse con drogas administradas por vía oral. En cualquiera de los casos, en pacientes hospitalizados o, en aquellos que egresan del hospital una vez operados, la analgesia debe ser escalonada (fármacos débiles seguidos de los más fuertes) para evitar el dolor, siguiendo la escala de analgesia según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además del tratamiento con drogas, una serie de medidas profilácticas y complementarias pueden reducir el dolor, sin necesidad de la administración de medicamentos, tales como; tetinas con sacarosa y el amamantamiento en recién nacidos y pequeños lactantes. El uso de ropa apretada o pañales que rocen la incisión o, la zona operatoria debe ser evitado.